Seguir una receta, trocear, especiar, mezclar, remover… A través de los procesos más básicos de la cocina podemos relajarnos a la vez que nos activamos de forma cognitiva y sensorial. También es una interesante actividad para compartir con un ser querido, pues se establece un diálogo a partir de la comida que abarca recuerdos, emociones y tradiciones que forjan la sensación de identidad. Así lo pone de manifiesto la psicóloga Patricia Boquete, experta en terapia culinaria, una innovadora herramienta de intervención psicoterapéutica que ofrece interesantes beneficios y contribuye a alcanzar el bienestar. Gracias a este método, la profesional se ha centrado en dar a sus pacientes instrumentos para crear nuevos hábitos y conductas, a través de la puesta en marcha de recetas, organizando alimentos, tareas y pensamientos.
«Cuando nos concentramos en la práctica culinaria, somos capaces de disipar pensamientos negativos, resolver nuevos retos y enfrentarnos a situaciones específicas que mejoran nuestra autoestima», explica la experta, quien asegura que este tipo de terapia alivia trastornos como estrés, problemas de concentración, déficit de atención, falta de coordinación y mejora las habilidades sociales, la capacidad de organización y la autoestima. En su opinión, la cocina facilita la reflexión, convirtiéndose en un ejercicio de ‘mindfullness’, y el compartir, por lo que facilita la comunicación tanto consigo mismo como con los demás.
Por todo ello, las próximas navidades, donde la buena mesa cobra gran protagonismo en las reuniones familiares y con amigos, pueden ser la ocasión perfecta para lucirse con algún plato delicioso que pensemos que puede triunfar entre los comensales o, si no queremos arriesgar tanto, con algún entrante original y sencillo que los pueda sorprender. Si el cocinado se comparte con alguien, el resultado irá más allá del placer gastronómico y repercutirá en la conexión de ambas personas. Lo importante no es el plato en sí, sino lo que sucede durante todo el proceso de creación.