Un gran comunicador con una visión estratégica para la innovación y adaptación al mercado. Así es Antonio Sangó, director de ESIC en Aragón, una de las escuelas de negocio más prestigiosas del país cuyo éxito radica en saber adaptarse a las necesidades que demanda el mercado a través de un profesorado excepcional. En ese afán de ir un paso por delante, ESIC ideó hace años el programa Talento Aragón Joven, que este año cumple su sexta edición.
¿Cómo surgió Talento Aragón Joven?
Hace muchos años, en la sede de Sevilla tuvieron una idea brillante, que desde ESIC Aragón decidimos desarrollar y acercar a nuestra tierra. Pero necesitábamos un compañero de viaje de la calidad y envergadura de Heraldo de Aragón, así que les propusimos llevar a cabo juntos el proyecto. Y así ha sido durante cinco ediciones. Además, este año ha cobrado un gran protagonismo la Universidad de San Jorge, que se ha unido como ‘partner’ académico.
¿Qué representa esta oportunidad para los universitarios?
Una de las principales razones para desarrollar el proyecto fue que Aragón se había convertido en una centrifugadora de talento para los universitarios que terminaban sus estudios; muchos de ellos se veían obligados a buscar trabajo fuera de la comunidad o, incluso, del país. En la creencia de que es bueno que conozcan otros lugares, queríamos que supieran que aquí también hay oportunidades a su altura. Para los jóvenes, este programa les acerca de una manera real al mundo de las empresas y les permite conocer a las empresas más potentes de Aragón.
¿Y para las empresas?
Cada año se presentan entre 400 y 500 aspirantes. Desde ESIC, hacemos una ardua labor de selección, identificando los perfiles que más se adaptan a las necesidades de las compañías que participan en el programa. A la final llegan solo 40 candidatos, por lo que las empresas se ahorran mucho tiempo y trabajo, conociendo directamente a los universitarios con más potencial. Talento en un win-win donde ganan los jóvenes universitarios, las empresas y Aragón.
En esa selección, además de los conocimientos, miráis las ‘soft skills’. ¿No es así?
Sin duda. En otra época con tener una buena nota académica o unos conocimientos básicos era suficiente. Hoy no es ya así. Es muy importante tener buenas calificaciones, pero también lo es el tener una serie de actitudes o ‘soft skills’ que favorezcan la empleabilidad, como el trabajo en equipo, la oratoria, la positividad, la capacidad de resolver problemas…
¿Cómo han sido estos cinco años?
Ha sido una experiencia muy positiva y hemos podido comprobar que este programa era necesario. Por un lado, cada año participan más alumnos y empresas, lo que muestra el atractivo de la convocatoria. Además, hemos logrado dos de nuestros objetivos principales: una alta empleabilidad entre los finalistas (casi del 100%) y que muchos de ellos se queden en Aragón.
Este año vuelve la convivencia en el hotel, ¿qué aporta esta experiencia?
Es una parte esencial porque humaniza mucho la relación tanto entre los propios candidatos como entre estos y las empresas. En esta vida, casi todo se puede entrenar, también una entrevista de trabajo, pero el hecho de convivir tres días en un hotel hace que los jóvenes se muestren como son realmente. Las empresas les conocen desayunando, cenando, en conversaciones distendidas y fuera de ese ambiente encorsetado que puede darse en las entrevistas convencionales. Esto hace que la selección sea mucho más humana, real y eficiente.